Grafiti-Hip Hop: En la periferia e ilegal

Blont grafitea, decir ilegal sería un pleonasmo, pero ahora caracterizar legal e ilegal es válido. A Blont le gustan todas las ramas del grafiti, pero hace vandals, porque ello requiere de menos dinero.

Día a día, mientras él trabaja para un taller automotriz, sus tags y bombas son vistas por cientos de miles de personas al circular por las calles del Gran San Salvador, y muchas veces sin percatarse de ello.

La noche del viernes 3 de septiembre, cuatro tipos se conducen en un vehículo tipo sedán por las calles de San Salvador y Mejicanos. Las ventanas arriba, motor en marcha, adentro se realiza una entrevista, grabadora encendida, preguntas y respuestas que se mezclan en el aire junto al humo de la ‘mota’ y las notas de voz de los otros pasajeros, mientras tanto Blont, el aka del protagonista tras estas líneas, un grafitero ilegal, indicará a El Salvador Rap donde se ubican las bombas que ha ido dejando por la metrópolis para ser fotografiadas.

El Grafiti es considerado como uno de los elementos del Hip Hop, esa relación se manifiesta en videos musicales, carteles de eventos u otros aspectos iconográficos, aun así, ello no lo hace un elemento exclusivo del hip hop, incluso, ha sido practicado bajo otras circunstancias fuera de la escena musical, como en protestas y manifestaciones públicas, colectivas o individuales.

“A mí me gusta bastante el hip hop”, reconoce Blont, “he visto frases de grafiteros ilegales reconocidos que dicen: el grafiti, en sí, no es Hip Hop, sé que tal vez no nació con el Hip Hop, pero es parte, tiene una gran influencia […] yo lo práctico de esa manera Grafiti-Hip Hop”, sostuvo.

Más allá de la relación con el Hip Hop, Blont también añadió un aspecto para comprender la seriedad entorno al grafiti que ha servido para ir conformando colectivos de grafiteros, y es que al grafiti lo define el manejo y control del aerosol por sobre el uso de pinceles, pues la dificultad y la búsqueda de un acabado limpio habla de la destreza del grafitero.

No sólo la calidad es importante, este autor de vandals expuso que también cuenta la cantidad de bombas pintadas y los lugares donde estas se hayan hecho, por ejemplo, las paradas de buses son consideradas ‘spot de oro’, debido a su alta concurrencia.

“Eso define quizás la diferencia entre un grafitero y un muralista, porque hay gente que toma en cuenta muralistas como grafiteros por el uso del aerosol en sus piezas, pero no tiene nada que ver con grafiti, grafiti es empezar desde los tags, después irte con toons, hacer 3D, o sea, los rostros y todos los caracteres entran en el grafiti, pero no sólo son grafiti, si sos alguien que sólo haces rostros, no sos grafitero en sí, sos un muralista, pero el grafiti, en sí, es letra”, detalló.

Las bombas (boombing o bubbles, en inglés) son un tipo de grafiti de letras grandes y anchas, donde los grafiteros han venido depurando con el paso de los años: efectos, estilo y colores, a diferencia de estas, los tags, firma o chapa de identificación de los grafiteros, suelen ser únicamente líneas. En ambos casos, pesa más el estilo desarrollado por el grafitero que el interés por su legibilidad.

Para Blont el grafiti puede ser legal o ilegal, él sólo hace ‘vandals’, término que también se usa para la modalidad clandestina, por lo que no concuerda que a las pintas de grafiteros que trabajan para el gobierno actual se les identifique como ilegales, pero sin que ello signifique que dejan de ser grafiteros.

“[…] sólo apoyan a su crew y digamos que hay gente de ese crew que afuera está como ‘grande’ por hacer grafiti ilegal, cuando no son ilegales, pero como lo dice el crew ese, ya los toman en cuenta a ellos y no a la gente que está representando de verdad ese modo, por lo demás, a mí me gusta ver el desarrollo, me gusta ver espacios pintados de grafiti; yo no te puedo decir que ellos dejan de ser grafiteros por trabajar para el gobierno o porque tienen la capacidad de hacer producciones enormes, a mí me gusta ver eso, para qué te voy a dar paja; sólo el hecho que deberían buscar la manera de compartir y apoyar más a la gente que está representando, independientemente de si se lleva bien con ellos o es parte de su grupo”, expreso.

A Blont, esto del grafiti, le gustó desde pequeño, pero específicamente recuerda una pinta cerca de su casa en Cuscatancingo que le gustó, autoría de TNT, un grafitero que se ha visto involucrado ya en varias intervenciones promovidas por el gobierno de Nayib Bukele. Sin embargo, Blont también tuvo una aproximación con el grafiti al interior de su familia.

Su primo, quien llegó a vivir a su casa, huyendo de problemas con pandilleros, le enseñó lo básico del grafiti, pero que nunca trascendió del cuaderno, pues los problemas de su primo con drogas fueron razones para que le echaran de la casa. Fue hasta su segundo año de bachillerato que Blont salió a rayar. Mencionó que su primera bomba la hizo frente a cárcel de mujeres (Ilopango).

Aquella noche de viernes, en la entrada de La Montreal (Mejicanos) muestra un vandal de hace dos años, “ha durado ese”, comentó. El primero del recorrido lo considera un spot de oro, por su ubicación.

Blont reconoce en el grafiti un medio en el que encuentra calma y tranquilidad, del que no busca expresar un sentimiento o un mensaje en específico, más sí el significado del propio “acto de ser libre y hacer lo que a uno le gusta”.

Una de sus proyecciones inmediatas es incursionar en la hechura de tatuajes, ve dicha práctica como una fuente de ingresos para financiar los costos que conllevan las bombas bien elaboradas.

“[…] yo dependo de hacer dinero para comprar mis aerosoles y pintar, obviamente, por eso quiero generar más dinero aprendiendo a tatuar y obviamente seguir metiéndole al grafiti, porque es algo que nunca creo dejar de hacer”, detalló.

Su próximo paso como grafitero es elevar el nivel de dificultad en la hechura de una bomba.


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